Finalmente se levantaron de las sillas y oí que empezaban a despedirse, pero para mi horror, Elena se volvió a sentar. Parece que aún tenía bebida en la copa. Sacó su móvil y estuvo un buen rato ojeandolo. No me prestó ni la menor atención. Hasta que finalmente se tomó el ultimo trago y se levantó. Me sentí algo aliviado por fin ahora que se iba. Pero escuche sus botines acercarse donde mí.
—Si que te gusta leer —me dijo—.
La miré y me quedé paralizado sin saber qué responder.
—Vamos no te hagas el despistado. Mi amiga te ha visto mirándome cada dos por tres. ¿Puedo sentarme?
Conseguí articular un —Claro—.
—Tranquilo hombre, que no has hecho nada malo. Ni que hubieras robado un banco.
—Yo... lo siento no quería ser maleducado.
—No pasa nada. Hoy estábamos desfasando mas de la cuenta. Hacía tiempo que no nos juntábamos las tres. A Nati le han hecho jefa de la tienda donde trabaja.
—Me alegro —le contesté—. ¿Quién es Nati?
Ella se rió.
—Jajaja, perdona. Natalia, Nati, era la del vestido, la que te ha pillado con las manos en la masa. ¿Puedo preguntarte por qué estabas echándome el ojo?
—Yo...
—Es mas, sé que ha sido después de que te atragantaras con el café y te lo tirases por encima. Cuando le hice cierto comentario a mi amiga. Lo has tenido que oír fijo.
—Una vez mas, lo siento. No quise poner la oreja. No pude evitarlo porque no me concentraba en el libro de las risas que os echabais.
—Ya, ya. Que te he dicho que no pasaba nada. Pero dime, ¿qué has oído exactamente que te haya hecho tirar el café?
—Bueno, igual no lo habré oído bien... Seguro que que era un malentendido.
—¿Con qué? ¿ A caso creías que tengo polla?
—Yo..
—Tú, qué.
No sabía si me estaba intimidando o jugando conmigo.
—Mírame bien —me dijo—. Vamos, en serio, no te cortes. ¿Dónde crees que puedo esconder una polla en estos pantalones?
—No... no lo se.
—Ja ja ja. —Se rió descaradamente—. Me estoy quedando contigo la verdad es que... —entonces se me acercó al oído y me susurró—. Tengo una polla bien hermosa.
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