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De drogas, sexo y otros placeres (Primera parte)

Y es que el solo pensar en lo que me aguardaba me provocaba escalofríos, pánico, asco y humillación, o al menos cuando me encuentro sobrio, sin consumir sustancia alguna así es, pues debo admitir que luego de ingerir surge en mí otro yo con una curiosidad por probar cosas nuevas y experimentar sensaciones y placeres sin precedentes: así fue como en uno de esos viajes decidí probar con la masturbación anal. Primero probé con objetos comunes en casa: plumones, desarmadores, zanahorias, en fin cualquier objeto con forma adecuada para dicho fin. Disfrutaba auto explorarme mientras veía videos de transexuales por lo morboso del asunto, fantaseando con lo que aquellas voluptuosas diosas sentirían al ser penetradas. Poco a poco mi pequeño gusto se convirtió en un secreto pues había logrado adquirir algunas prendas femeninas en las ventas de garaje bajo el pretexto de necesitarlas para el equipo de teatro de la escuela y las tiendas donde vendían lo que la gente rica donaba a los pobres. Ocultaba mis adquisiciones debajo de mi colchón o bien doblada entre la numerosa ropa de mi closet para evitar la descubrieran mis padres. Como ambos trabajan la mayor parte del día tuve la fortuna de disponer de grandes periodos de soledad después de las clases para dar rienda suelta a mis gustos, vestido de chica y masturbándome como una sin temor a ser descubierto. Con el tiempo llegue incluso a comprar por Internet un consolador de rico tamaño con diversas modalidades de vibración el cual hizo mis ejercicios de penetración mucho más placenteros sobre todo al disponer de psicotrópicos para desinhibirme y ¨aflojar¨.
El repentino vibrar del espejo a causa de lo que podía distinguir era música electrónica desde la recamara de Felipe me trajo de vuelta a la realidad: allí estaba yo, en el baño de mi dealer y hasta hace poco tiempo mejor amigo de la preparatoria, con una maleta en mano repleta de ropa de mujer y productos de belleza y cuidado femenino y claro, no menos importante, con la latente condena a cumplir en menos de una hora que básicamente consistía en dejarme ser explotado como hembra para goce de su hombre, es decir mi feminización y uso cual si fuera una mujer o mejor dicho, una puta.

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